Algoritmo que gestiona los conductores de Uber

Uber emplea a todos sus conductores como contratistas independientes y sigue gestionándolos sin supervisión humana, sólo con algoritmos. La empresa ha sido criticada por crear un ambiente de trabajo que parece un mundo de “vigilancia constante, manipulación automatizada y amenazas de ‘desactivación'” (Rosenblat, 2018). Una conductora afroamericana de Pompano Beach, Florida, Cecily McCall, terminó un viaje antes de tiempo porque un pasajero la llamó “estúpida” y le hizo otro comentario final racista. Explicó la situación a un representante de apoyo de Uber y recibió de inmediato un mensaje automatizado que decía: “Lamentamos oír esto. Le agradecemos que se tome el tiempo de ponerse en contacto con nosotros y compartir los detalles” (ibíd.). La única acción del representante de la empresa fue no emparejar al pasajero con McCall en el futuro. Indignada, McCall respondió: “Eso significa que con la próxima persona que lo recoja hará lo mismo, mientras el conductor es desactivado” (ibid). McCall había notado cómo el algoritmo de Uber castigaba de manera eficaz a los conductores que interactuaban de alguna forma con clientes problemáticos: el conductor era desactivado, o despedido por el algoritmo, debido a que recibía una baja calificación de un pasajero (ibíd.). Sin embargo, el pasajero continuaría utilizando los servicios de Uber. De esta manera, los algoritmos pueden explotar a los trabajadores. Los conductores de Uber carecen de una amplia protección legal bajo las leyes laborales estadounidenses dado su estado de contratista privado, y el sistema de monitoreo automatizado de Uber solo empeora esta desigualdad. Como el algoritmo se calibra para optimizar la productividad, el bienestar de los conductores se ignora por completo.